Es habitual, cuando nos sentimos enfermos, darle una rápida solución en consonancia con la vida urgente: la mayoría recurre a algún fármaco, la minoría recurre a un médico o terapeuta personal (o no).
Luego (a veces) recapitulamos que evento ocasionó mi estado enfermo, para darle un marco de sucesión temporal: "no salí abrigado", "fué el estres de la semana" o "la comida no sabía bien"... hasta darnos cierta tranquilidad mental para continuar con nuestra existencia.
Siempre me sorprende cómo tratamos a la enfermedad como "algo externo" que irrumpe en nuestra vida (a veces, odiosamente, nos interrumpe). Pero en la era de la red, casi la mayoría sabe de alguna manera que la enfermedad es una opción para aprender lo que inevitablemente no aprendemos de otra manera. Nuestro cuerpo es depositario de nuestros miedos, le atribuimos muchas ideas y éstas se expresan de distintas maneras, pero ¿hasta qué punto al manifestarse aprendemos de esta experiencia? Y... ¿hasta que punto no existe una atracción al dolor, para sentirnos vivos?
"El cuerpo no puede proporcionar ni paz ni desasosiego, ni alegría ni dolor. Es un medio, no un fin."
Estoy plenamente convencida que el foco debe estar en la "salud", en aprender a vivir en salud y esto no tiene nada que ver con comer ensaladas y correr, sino en hacer un hábito de cuidado personal de mi : cuerpo-mente-espìritu (indivisible) y de aceptar que tengo poder para curarme, qué no es ajeno a mí porque está en mí, sólo necesitamos escuchar y enfrentar que propósito / objetivo le asigno a mi cuerpo
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