lunes, 13 de julio de 2015

Amor Humano., extracto de "We" de Robert A. Johnson

La gente queda tan hastiada de los ciclos y callejones sin salida del romance, que comienza a preguntarse si existe algo que sea "amor". Pues sí, existe. Pero a menudo debemos efectuar cambios de actitud muy profundos antes de poder apreciar qué es el amor y hacerle un espacio en nuestras vidas.
El amor entre los seres humanos es una de las realidades absolutas de la naturaleza humana. Del mismo modo que el alma-Psique- era una deidades del panteón griego, también lo era el amor: se llamaba Eros. Los griegos entendían que como arquetipo del inconciente colectivo, el amor era a la vez eterno y universal en la humanidad. Para ellos esto bastaba para considerarlo un dios.

El amor se diferencia del ego; el amor existía antes que el ego ingresara en el mundo. El amor es una fuerza que actúa desde dentro.
Cuando digo que "amo" , no soy yo quien ama sino, en realidad, es el Amor que actúa a través de mí. El amor no es algo que hago, sino algo que soy. El amor no es un quehacer sino un estado de ser: un vínculo, una ligazón con otro ser mortal, una identificación con él y a través de mí, independiente de mis intenciones o mis esfuerzos.
Este estado del ser puede expresarse en lo que hago o del modo en que trato a la gente, pero nunca puede reducirse a un bloque de tareas o de actos.
Su existencia y su naturaleza no depende de mis ilusiones, mis opiniones o mis trampas.
El amor es algo distinto de lo que nuestra cultura nos llevó a esperar, es diferente de lo que nuestros egos desean. Se distingue del palabrerío sentimental y de los éxtasis impostados que nos enseñaron a aguardar. El amor surge como algo real, es lo que en verdad somos y no lo que nuestros egos exigen.
El amor humano está tan oscurecido por las impostaciones y las conmociones del romance que nunca buscamos el amor por sí mismo, y cuando vamos en pos de él dificlmente sabemos qué buscar.
El amor es el poder que dentro de nosotros afirma y valoriza a otro ser humano tal como es. El amor humano ratifica a la persona que está realmente allí, en vez del ideal que preferiríamos  o de las proyecciones que fluyen desde nuestra mente. El amor es el dios interior que abre sus ojos ciegos a la belleza, al valor y la calidad de otra persona. El amor nos induce a valorizar a la persona aceptando sus lados negativos como positivos, las imperfeccciones a la par de las cualidades admirables. Cuando uno ama verdaderamente a otro ser humano y no una proyección, se ama la sombra igual que todo lo demás. Se acepta la totalidad de la otra persona.
El amor altera nuestro sentido de importancia. Mediante el amor vemos que el otro ser tiene en el cosmos tanto valor como uno mismo, se vuelve importante para nosotros que esa persona también logre ser entera, que viva plenamente, que encuentre la alegría de vivir, así como satisfacemos las propias necesidades.

Utilizamos la palabra amor vagamente. La usamos para dignificar cualquier número de exigencias a otra gente de atenciòn, poder, seguridad o entretenimiento. Pero cuando lo ponemos al servicio de nuestras necesidades prefabricadas, de nuestros deseos, sueños y nuestra manipulación de los demás, eso no es amor. El amor es algo absolutamente distinto de los deseos y los juegos de poder de nuestro ego. Nos lleva en una dirección diferente: hacia la bondad, el valor y las necesidades de los seres que nos rodean.

En su propia esencia el amor es una apreciación, un reconocimiento del valor del otro: impulsa a honrar al otro en vez de utilizarlo
El ego se preocupa de sí mismo pero el "amor tolera mucho y es bondadoso". El ego es envidioso, siempre buscará jactarse con ilusiones de poder y control absoluto, pero "el amor no se vanagloria, ni se envanece". El ego abandonado a su egocentrismo siempre traicionará, pero "el amor nunca fracasa". El ego sólo sabe afirmar su esencia y sus deseos, pero "el amor no tiene intereses propios". El amor afirma toda la vida "tolera todas las cosas, cree en todas las cosas, tiene esperanza en todo".

El romance en cambio debe, por su propia naturaleza, degenerar en egoísmo. Pues el romance no es dirigido a otro ser humano, la pasión se dirige siempre a las propias proyecciones, a las propias expectativas, a las propias fantasías. En un sentido muy real, no es un amor volcado a otra persona, sino hacia uno mismo. La pasión y el amor que sentimos por nuestras proyecciones es un amor reflejado y circular que se dirige hacia nosotros mismos.
La falla del amor romámtico no es que nos amemos a nosotros mismos, sino que lo hagamos erróneamente. Al tratar de reverenciar al inconciente mediante nuestras proyecciones románticas hacia otra gente, pasamos por alto la realidad oculta en tales proyecciones, no advertimos que estamos buscando nuestro propio Ser.
La tarea de salvar el amor de las ciénagas del amor romántico comienza con un giro de visión, hacia adentro. Tenemos que despertar para el mundo interior, tenemos que aprender como vivir el amor a uno mismo como experiencia interna. Entonces llega el momento de dirigir otra vez la mirada hacia afuera, hacia la gente concreta y las relaciones que establecemos con ellas- debemos aprender los principios del amor "humano".

Hace muchos años una sabia amiga me dió el nombre para el amor humano. Ella lo llamaba amor "que revuelve la sopa de avena". Tenía razón. "Revolver la avena" es un acto humilde, ni excitante, ni estremecedor. Pero simboliza un relacionamiento que baja el amor a la tierra. Representa la disposición a compartir la vida humana corriente, a encontrar significado en tareas simples y nada románticas: ganarse la vida, vivir de acuerdo a un presupuesto, sacar la basura, alimentar al bebé en medio de la noche. "Revolver la avena" significa encontrar el vínculo, el valor y hasta la belleza, en cosas sencillas y ordinarias, en vez de exigirle eternamente a todas las cosas un drama cósmico, un entretenimiento o una intensidad extraordinaria. Como el arroz que descascaran los monjes zen, como la rueca de Gandhi, las tiendas alzadas por San Pablo: ello representa el descubrimiento de lo sagrado en medio de lo modesto y lo corriente.

El vínculo real entre dos personas se experimenta en las pequeñas tareas que realizan juntas, la conversación tranquila cuando se aplacan las faenas del día, la suave palabra comprensiva, la camaradería cotidiana, el estímulo en los momentos difíciles, el pequeño obsequio cuando menos se lo espera, el gesto espontáneo de amor.
Cuando una pareja está genuinamente vinculada entre sí, ambos están dispuestos a ingresar al espectro íntegro de la vida humana en común. Transforman hasta las cosas más rutinarias, difíciles y mundanas en un componente festivo y gratificante de la vida. En contraste, el amor romántico sólo puede durar mientras la pareja está "entonada" entre sí, mientras el dinero alcanza y las diversiones son excitantes. El amor se complace en hacer muchas cosas con las que el ego se aburre. El amor está propenso a trabajar en los estados de ánimo y las irracionalidades del otro. El amor está listo para preparar el desayuno y hacer el balance de la cuenta bancaria... porque se vinvula con una persona, no con una proyección.
Necesariamente el amor humano incluye la amistad. Cuando un hombre y una mujer son verdaderos amigos, conocen los puntos débiles y difíciles del otro pero no se predisponen a abrir juicio sobre ellos, Les preocupa más ayudarse entre sí y gustarse mutuamente, que resaltar defectos.
Los amigos quieren consolidar en vez de juzgar, no hacen mimos y tampoco se  instalan en las insufiencias del otro. Los amigos se respaldan en las épocas difíciles, ayudan con las sórdidas y ordinarias tareas de la vida. No se imponen entre sí parámetros imposibles, no reclaman la perfección, se ayudan mutuamente en vez de socavarse con reclamos.
Podemos aprender que el vínculo humano no es inseparable de la amistad y del compromiso. Podemos aprender que la esencia del amor consiste en atender y afirmar a quien amamos. Y para nuestra mayor sorpresa, podemos descubrir que mucho más que otra cosa, lo que nos hace falta no es ser más amados, sino amar.


1 comentario:

  1. Maravillos! Me encantó... chapeau para el autor. Con su permiso comparto.
    Saludos, Mayka.

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