jueves, 19 de agosto de 2010

Te escucho, me escuchás

A veces, con una charla no basta. Muchas veces se necesita una más.
Desde mi experiencia, en un vínculo íntimo se requiere un encuentro, una vuelta más en el intercambio de palabras. Muchas veces en la primera instancia cada uno pensó qué decir, su postura y va al encuentro del diálogo con cosas predeterminadas, con las defensas cuál as en la manga dispuestas a salir ante cualquier señal de alarma o miedo. ¿Existe comunicación en ese encuentro? Creo que no, es un monólogo, poner en palabras los juicios, críticas, valoraciones de diferentes hechos y por eso la sensación final es: "no me comprendió".
La comunicación siempre necesita de un emisor y receptor. Enfocarse en lo que siento y expresarlo en pocas palabras para que no sea difícil de interpretar y de captar la atención del otro. Existe una tiempo ideal: 3 minutos, ya que nadie puede negarse a escuchar al otro en ese tiempo, sería mezquino. Hablar de lo que sucedió en el momento y no traer sucesos pasados que no tienen que ver con el ahora, hacen más claro y fluído el intercambio. Una segunda oportunidad requiere saber que en la primera no comuniqué de forma clara mis sensaciones, que me perdí en mis defensas y dí paso a mi rigidez, qué no escuché partes del otro porque estaba enfocado en mi desazón, mi desasosiego o en mi ganas de ganar una pelea. Para llegar al diálogo hay que tomar conciencia que el otro es un ser diferente pero que tiene tantos problemas como yo en entenderse y entender a los demás, que el perdón es primero, ante todo!, de otra forma no se construye un diálogo ni nada. Enfocándose en "soy humano" y el otro " es humano" hace que el sí pueda ser factible los vínculos.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Mi cuerpo, mi templo.

Nuestro cuerpo (físico y sutil) es depósito de muchos miedos.


Todo dolor, toda herida es puerta a la transformación personal y la sanación.

Muchas veces el dolor (o enfemedad) es un llamado de atención de lo que tratamos de negar (problemas sin resolver), o falta de integridad personal (actuar contra nuestros valores, tratando de mantener una identificación falsa), todo tiene su causa en el miedo.

Así como nuestro cuerpo físico se nutre de materia, nuestro cuerpos sutiles (emocional, mental, astral) se alimenta, a través de los chakras, de materia astral, mental o contenido emocional. Cuando estamos sanos, nuestro campo energético (aura) vibra libre de distorsiones, es límpida y uniforme.

Los problemas en el cuerpo físico, así cómo en los sutiles, crean distorsiones en el aura.

Cuando existe esta distorsión se bloquea el flujo de enegía de estos cuerpos através de los chakras creando distorsión o disonancias.

Estas pueden empezar como disonancias leves: dolor de cabeza, resfríos, gripe, indigestión, etc. Cuando son prolongadas en el tiempo aparecen enfermedades más graves.

Existe una instancia cuando atender la fuente de dolor es fundamental, pero generalmente lo ignoramos. La etapa siguiente se produce cuando ya tenemos una afección en el cuerpo físico y tenemos que contactar con ella, ¿qué es lo que generalmente decidimos?

Decidir contra nosotros, contra nuestra vida, produce un detrimento en nuestro campo energético, lo que conlleva a un déficit en nuestro sistema inmunológico... y aparece un nuevo ciclo de carencia y dolor.

Es hora de decidir por la propia sanación

jueves, 5 de agosto de 2010

Tiempo de volver a las fuentes

Los astros en el cielo (o quién?) han constelado una gran movilización para los habitantes de este planeta. Todos estamos bajo un gran baño de realidad, ya no es posible ignorar las consecuencias de nuestro comportamiento. Los mecanismos automáticos que salían tan fácil un tiempo antes, ahora no funcionan.
El momento en que "veo", me "percibo" es ineludible ahora. Todos, en más o en menos, estamos siendo concientes de nuestro hábito adictivo... de ser desdichados a toda costa.
En un momento en que tuve que elegir, en esta semana, un cambio muy rotundo (o quizás no tanto) en mi modo de vida... fue muy doloroso. Es que, inexorablemente uno se transforma en un ser, pequeño, abandonado, solo, indefenso y arrancado de aquello que suministra seguridad.
¿Por qué transformarnos en niños ante una situación a resolver o un conflicto? Jamás nos enfrentamos a éstas desde un ser adulto con recursos sino como un niño que es atacado o enfrentado a algo más allá de sus fuerzas. Si nos disociamos ante una situación y traemos a un niño para resolverlo, obviamente la resolución será ineficaz, dudosa e impreganda de mucha confusión y miedo. Aparecerán conductas evasivas o defensivas, sin tener en cuenta nuestra experiencia y trayectoria. Volver a nuestro centro, enfrentar las crisis como adultos, desde el ser lleno de conocimientos y amoroso que somos, nos permitirá cambiar la percepción de un problema. Mi pregunta es :¿qué es lo peor que te puede pasar si eliges....? Hay algo mucho más grande, paciente, amoroso y deseoso por nuestro bienestar que nosotros mismos.... ¿cuándo dejaremos de ser arrogantes y le permitimos actuar?