miércoles, 11 de agosto de 2010

Mi cuerpo, mi templo.

Nuestro cuerpo (físico y sutil) es depósito de muchos miedos.


Todo dolor, toda herida es puerta a la transformación personal y la sanación.

Muchas veces el dolor (o enfemedad) es un llamado de atención de lo que tratamos de negar (problemas sin resolver), o falta de integridad personal (actuar contra nuestros valores, tratando de mantener una identificación falsa), todo tiene su causa en el miedo.

Así como nuestro cuerpo físico se nutre de materia, nuestro cuerpos sutiles (emocional, mental, astral) se alimenta, a través de los chakras, de materia astral, mental o contenido emocional. Cuando estamos sanos, nuestro campo energético (aura) vibra libre de distorsiones, es límpida y uniforme.

Los problemas en el cuerpo físico, así cómo en los sutiles, crean distorsiones en el aura.

Cuando existe esta distorsión se bloquea el flujo de enegía de estos cuerpos através de los chakras creando distorsión o disonancias.

Estas pueden empezar como disonancias leves: dolor de cabeza, resfríos, gripe, indigestión, etc. Cuando son prolongadas en el tiempo aparecen enfermedades más graves.

Existe una instancia cuando atender la fuente de dolor es fundamental, pero generalmente lo ignoramos. La etapa siguiente se produce cuando ya tenemos una afección en el cuerpo físico y tenemos que contactar con ella, ¿qué es lo que generalmente decidimos?

Decidir contra nosotros, contra nuestra vida, produce un detrimento en nuestro campo energético, lo que conlleva a un déficit en nuestro sistema inmunológico... y aparece un nuevo ciclo de carencia y dolor.

Es hora de decidir por la propia sanación

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